El 12 de febrero se cumplieron 100 años de la publicación del Ulises. Para sorpresa de todos, incluido el autor, se publicó tras muchos años de escribir, corregir y reescribir.
Joyce empezó a escribirlo a principios de sus 30 y recibió su novela impresa el día de su cumpleaños 40. El Ulises es considerado un clásico de la literatura universal, una novela que abarca todas las novelas. Podría hablar de cuando leí el Ulises en la preparatoria y de lo mucho que me aburrió (años después me enteré de que también a Virginia Woolf la había aburrido, así que ya no me sentí mal por pensar así), de su relación con la Odisea o de por qué es un clásico. Spoiler alert: no haré nada de eso, ya hay demasiados textos sobre esos temas.
Más bien prefiero hablar de Sylvia Beach y de la importancia que tienen las editoras en la creación de la literatura contemporánea. Supe de ella gracias a Libia Brenda, la editora de odoediciones.mx, porque Odo se fondea gracias a su comunidad bajo el lema #déjamesertuSylviaBeach. Sin Sylvia Beach no existiría el Ulises. Es más, como dice El País: Ni Joyce sabía de qué iba su ‘Ulises’.
¿Quién fue Sylvia Bleach?
Sylvia nació en Baltimore, a los 14 años se mudó a París y pronto se regresó con su familia a EE.UU. A los 22 años volvió a París para quedarse. Pasó muchos meses con Adrienne Monnier con la intención de conocer más de los autores franceses de esa época, esto provocó que quisiera abrir una librería especializada en literatura francesa en Nueva York. Plot twist, abrir una librería en Nueva York era demasiado caro, por lo que abrió una librería especializada en literatura estadounidense en París, Shakespeare and Company. Ahí se reunían Hemingway, Fitzgerald, Joyce, Stein, Picasso, entre otros; muy al estilo de la película Midnight in Paris.
Un año después de abrir su librería, Sylvia conoció a Joyce, desanimado porque lo habían rechazado muchas editoriales y creía que su novela no podría ser publicada. Joyce fue varias veces a Shakespeare and Company, ella admiraba mucho cómo escribía y la perseverancia que tenía para seguir, hasta que finalmente un día le preguntó a Joyce si podía publicar su novela, a lo que obvio accedió.
En una especie de crowdfunding, Sylvia costeó la impresión de mil ejemplares del Ulises. Hizo unos formularios para que la gente se suscribiera para leer el Ulises, ¡sin que el libro existiera! ¿Pionera? Muy. Que el Ulises quedara listo fue toda una odisea (irónico, ¿no?), la paciencia que le tuvieron Darantiere —el impresor que ni inglés sabía— y Sylvia fue la que hizo que conociéramos este libro; ya que Joyce era insufrible, agregaba interminables correcciones y textos adicionales (se tomaba muy en serio la frase escribir es corregir), además se estaba quedando ciego y entender sus últimas entregas fue casi imposible.
El siguiente reto fue entregar ejemplares en Inglaterra y Estados Unidos, ya que lo habían censurado porque lo consideraban obsceno. Gracias a la intervención de Hemingway, los libros llegaron -de contrabando- uno por uno a territorio estadounidense. A Inglaterra llegaban camuflajeados con otros títulos llevados por los clientes que regresaban en persona de París.
Sylvia no sólo editó los manuscritos del Ulises y gestionó su impresión, sino que además entregaba todos los ejemplares, administraba las ganancias, coordinaba entrevistas y veía la posibilidad de traducirlo. Es decir, Sylvia fue todo para ese libro: editora, agente y librera. Eventualmente, el libro fue autorizado para publicarse en Estados Unidos y con esto, Sylvia abandonó el mundo joyceano. Joyce se fue debiéndole dinero y sin darle las gracias. La librería tristemente desapareció en 1941 debido a la ocupación nazi en París. Cuando la guerra terminó, Hemingway fue en su jeep a liberar la librería, pero nunca volvió a abrir.
En un tributo a Sylvia Beach, en 1951 George Whitman abrió una librería a la que nombró Shakespeare and Company, la cual se puede visitar hoy en día. Está muy cerca del kilómetro cero o el centro de la ciudad, donde también está Notre Dame, de hecho, si compras un libro ahí te ponen un sello que dice km 0. El tributo de Whitman no paró ahí, George le puso a su hija Sylvia Beach Whitman, quien es la actual dueña de la librería.
Editar es casi tan importante como escribir y, sin embargo, se habla muy poco de las editoras. La magia de pasar de los primeros borradores a algo maravilloso es un trabajo invisible. Espero que pronto sepamos más de las editoras que no sólo hacen ajustes y modificaciones, sino también reelaboraciones (o como diría la brillante Ale Eme Vázquez: hacen el acompañamiento), como Sylvia Beach, para poder agradecerles por todos los libros que llegan a nuestras manos.
Si nunca has leído el Ulises, Shakespeare and Company produjo una grabación del texto como un podcast gratuito para celebrar sus 100 años. Estará disponible hasta el 16 de junio.