Probablemente hayas escuchado hablar de Scream. La película de terror de 1996 fue un hito cultural y creó un género en sí mismo. Un asesino con esa máscara de fantasma que ya todes conocemos se dedicaba a ir matando uno a uno a un grupo de adolescentes en un pueblo pequeño.
Cine slasher puro y duro, con asesinatos gráficos y violencia, pero con un giro: en Scream los personajes conocían las películas de terror. Y las ocupaban como referencia para saber cómo sobrevivir en la situación que estaban viviendo.
Scream trataba las películas de terror como una sátira sin dejar de ser una película de terror.
En cada una de las 5 películas existentes, personajes cinéfilos explican las reglas del género, buscando entender las motivaciones del asesino e intentando salvarse. “Nunca vayas a ningún lugar solo”, “el asesino es alguien del círculo cercano de la primera víctima”, etc. La secuela, Scream 2 se reía sobre cómo estirar ideas exitosas para hacer segundas partes y Scream 3 teorizaba sobre cómo concluir una trilogía. Diez años después, el 2011, se anuncia sorpresivamente Scream 4, que mantiene a los protagonistas sobrevivientes y actualiza la trama. En cada nueva entrada, la fórmula era la misma. ¿Qué quedaba entonces para la nueva Scream, 10 años después de la última?
La nueva entrega de Scream
La respuesta, al igual que con las anteriores, es: más de lo mismo, pero adaptada a la época actual.
Esta vez, la película habla sobre las re-cuelas, que son algo así como una secuela, reboot o remake. Como bien explica un personaje en un monólogo expositivo, la recuela es un formato que está poniéndose de moda en el panorama cultural actual, que busca ocupar los temas y lugares de las películas anteriores, pero reiniciando la historia sin necesidad de tener continuidad en su trama. Es así como nace la nueva Scream, y esa es la razón por la que no se llama Scream 5 o 5cream (todo esto también está anunciado en la misma película).
A pesar de que personajes anteriores sí vuelven, la película tiene intenciones de partir de nuevo su franquicia con nuevas protagonistas que fácilmente podrían recibir la posta y continuar sus aventuras por décadas venideras. Y eso es porque de alguna forma, Scream es eterno. Siempre puede haber un asesino con máscara llamando por teléfono a adolescentes y preguntándoles “cuál es su película de miedo favorita”. Siempre pueden haber imitadores que aterroricen el pueblo de Woodsboro. Y, a medida que el género de terror vaya evolucionando, Scream siempre tendrá nuevos referentes que señalar y parodiar.
En la escena inicial de la última entrega, el asesino llama por teléfono a una adolescente y hablan de cine de terror. Ella menciona Hereditary, El Babadook, La Bruja e It Follows, nuevos clásicos que han otorgado prestigio y renovado el género. Ella explica que ese es el terror que importa, aquel que se trata de algo. Terror intelectual que metaforiza traumas reales a través de seres monstruosos. Pero el asesino responde que eso también es pretencioso y la nueva Scream no intenta nunca alcanzar esas profundidades. Es lo que conocemos y lo que nos encantó de la primera película 25 años atrás. Un asesino serial matando personajes inteligentes y lo suficientemente escépticos como para cuestionar la situación en la que se ven envueltos. Un comentario meta sobre el estado del cine y las franquicias, que también otorga la tensión de que en cualquier momento pueda aparecer alguien que te acuchille sin mayor razón.
Nota de riesgo:
Hacer la quinta película en una franquicia que siempre ha sido lucrativa es lo más seguro y aburrido que un estudio podría hacer. Pero Scream al menos es consciente de ello, lo que la deja como una película conservadora.