Si estás buscando una comedia nueva, livianita y que te provoque más carcajadas de las que te gustaría admitir, tenemos dos palabras para ti: Porno y helado.
El título hace alusión al ritual que tienen dos mejores amigos, Pablo (Martín Piroyansky) y Ramón (Ignacio Saralegui), un par de perdedores en sus 30 cuya amistad les permite no avanzar mucho en ningún área de su vida. Con la llegada de Ceci (Sofía Morandi, influencer), una joven estafadora que necesita plata, deciden formar una banda de música, a pesar de nunca haber tomado un instrumento.
Refrescante y absurda: de qué se trata Porno y helado
La serie argentina retrata esa adolescencia prolongada que sigue carcomiendo a muchos treintañeros. La caracterización de Piroyansky (también director y guionista) es similar a la que lo ha hecho una especie de personalidad de culto en el país trasandino con películas como Voley o su gran corto No me Ama: la del neurótico adorable.
Esta vez, eso sí, el personaje es insoportable. Es un hombre completamente infantil, rencoroso e incel, que no se hace cargo de sus problemas e inseguridades, pero que quiere romperla en la escena musical a punta de falta de talento. Es un agrado ver cómo la serie se encarga de humillarlo y exponerlo, estableciendo que hay cada vez menos cabida para este tipo de comportamientos.
Aun así, no esperen humor elevado. En Porno y helado hay más machismo, humor básico y cierta xenofobia de la que los creadores parecen estar conscientes y de ninguna manera se trata de una recomendación a ciegas.
Peeero, lo que sí es esta serie es una distracción agradable, sorprendemente chistosa y refrescantemente absurda. La clase de contenido que se toma todas las licencias posibles, desde poner a la mítica Susana Giménez como una millonaria fetichista de una tienda tipo Casaideas, hasta situaciones como un club de taxistas coludidos para elegir al próximo presidente. Mezcla pasajes de terror, musical y comedia romántica sin razón aparente más que le dio risa a los realizadores y probablemente nos dará risa a nosotros también.
Es para maratonear de manera inofensiva. Reír con las actuaciones de Saralegui, como un buenucho inocente incapaz de mentir y Morandi, la clase de chica barsa y sinvergüenza que inexplicablemente terminas apoyando de alguna forma.
Todo lo que falte en representación fidedigna del mundo de la música o comentario social del estado de la juventud argentina, se compensa con personajes entrañables, momentos inesperados, el recordatorio de que extrañabas reír y un par de canciones pegajosas.
Y, antes de descartes esta serie de Amazon Prime, una humilde reflexión: a veces necesitamos un poco de confort, así como las endorfinas que liberan el porno y el helado, que son breves, efectivas. Y aunque luego te pueden dejar sintiendo que no era necesario haber hecho eso, jaja, en tu fuero interno reconoces que era lo que querías hacer y que te hizo feliz por un rato.
Nota de riesgo
Hay suficientes tallas bizarras, subidas de tono y disparatadas como para decir que puede ser arriesgada, pero también hay cierto conservadurismo intencional en otros momentos que nos hace promediar y decir que es una serie moderada.