Todo partió con Romeo y Julieta, la clásica historia de dos amantes condenados por las culturas que representaban, que en la posteridad tomaría muchas formas. Una de ellas fue West Side Story, el musical de Broadway que en 1961 se convirtió en una de las películas más celebradas de la historia. Hoy, sesenta años después, la historia vuelve a actualizarse de la mano de nada menos que Steven Spielberg y el guionista Tony Kushner (Angels in America, Munich), resultando en un musical espectacular que vuelve a poner en pantalla la contienda entre gringos y puertorriqueños en un empobrecido barrio de Nueva York.
Las fuerzas en pugna aquí son los Jets y los Sharks, pandillas de jóvenes violentos y bailarines que pelean por adjudicarse el territorio del cambiante Upper West Side. Son los ‘60 y la inmigración en la ciudad es una realidad que a no todos les acomoda. En aquel barrio están los inmigrantes puertorriqueños, persiguiendo el sueño americano mientras lidian con la discriminación y el control de una policía racista. Por otro lado, están los jóvenes blancos a quienes el sistema tampoco ha ayudado y que no han logrado surgir.
En el medio, Tony y María. Él, un antiguo Jet que busca reformarse después de estar en la cárcel. Ella, una joven soñadora y hermana del líder de los Sharks. Apenas se encuentran en un baile es amor a primera vista, pero los bandos que representan no van a dejar que su relación se concrete. Nada es tan fácil en la América de West Side Story y ver las similitudes que comparte cada bando es una lectura fácil de hacer ahora pero imposible de sopesar en esos tiempos.
El toque de Spielberg a West Side Story
La historia de amor imposible se desarrolla de la manera que nos podemos imaginar, sin mayores sorpresas. Pero lo interesante de la adaptación es ver cómo la tecnología y el talento artístico de los involucrados en la producción pueden dotar a la película de una vitalidad nueva. Los personajes irrumpen en canciones y bailes de manera espontánea, pero antes de que huyan los escépticos de los musicales, una aclaración: no cualquiera dirige como Spielberg y no todo el mundo baila y canta como el elenco de esta película.
Si los musicales actuales sufren de un montaje cinético y excesivo, canciones hiperarregladas y lipsync dudoso, acá nada de eso ocurre. La cámara acrobática de Spielberg flota sobre imposibles coreografías, casi uniéndose al baile de estos profesionales que contagian la felicidad y pasión con la que hacen su trabajo. Son dos horas y media de película que pasan volando y, aunque nada es particularmente original y la trama romántica es predecible, es fácil sumergirse en el colorido y fantasioso mundo que se presenta.
¿Hay dudas sobre la necesidad de una adaptación nueva de esta historia? Siempre, pero los problemas migratorios y raciales que caracterizan a Estados Unidos lamentablemente hacen que sea un discurso que no está de más repetir. Que una historia de los 60s se pueda reproducir tanto tiempo después habla más del estado de la cultura que de la película en sí misma. Además, es una película fácil de disfrutar con toda la familia, de esas para reír, llorar y ver en pantalla grande, con actuaciones carismáticas y que además tiene un mensaje que no está de más recordar. Una película como las de antes, revivida hoy.
Nota de riesgo
Los musicales siempre serán una apuesta riesgosa. De hecho, West Side Story duró una semana en carteleras chilenas antes de tener que hacerle espacio a Spider Man: No Way Home. Pero aquí hablamos de un producto entretenido y conocido (probablemente conozcas más canciones de las que crees), del director más amigable y accesible del mundo. Dejémosla en conservadora.
Puedes ver la película en el servicio de streaming Disney Plus.