El año partió turbulento, y se ha reflejado en las inversiones. Índices accionarios como el NASDAQ-100 (empresas tecnológicas) o el DAX (bolsa alemana) muestran caídas de más de 20% desde su peak, mientras que el S&P 500, principal índice de Estados Unidos, ha mostrado bajas de más de 13%. Ni hablar del Hang Seng de Hong Kong, que cae más de 37% en casi un año.
Las caídas tienen varios motivos, pero los factores comunes son la inflación y la invasión de Rusia a Ucrania.
Sobre lo primero, enfrentaremos mayores riesgos inflacionarios, ya que el mismo conflicto afecta al alza los precios de materias primas como petróleo o alimentos, y además “desglobaliza el mundo”, lo cual es inherentemente inflacionario. Lo razonable es preparar los portafolios para enfrentar más inflación.
Sobre la guerra Ruso-Ucraniana, es difícil predecir cuándo y cómo terminará. Vladimir Putin está decidido a cambiar el régimen de Ucrania, pero el país se ha mostrado decidido a defenderse, y el mundo occidental a sancionar a Rusia, aumentando los riesgos de un desenlace lento, costoso, y con alta incertidumbre. Preferir portafolios muy conservadores en caso de que la volatilidad afecte negativamente la percepción de ahorro, o si simplemente se piensa en el corto plazo, es lo que hace más sentido, en especial con las altas tasas de interés actuales.
¿Y el peor caso? Un “apocalipsis nuclear”, como lo mencionó Peter Berezin, estratega de BCA Research. Sus controversiales consejos fueron: considerar que el riesgo de armagedón nuclear ha aumentado, pero invertir en acciones en un horizonte sobre doce meses, ya que al terminar el conflicto deberían subir. En otras palabras, en cualquier caso no-apocalíptico, invertir en acciones hace mucho sentido pensando en horizontes de más de un año. Terrible, pero cierto.
Columna publicada originalmente en La Segunda el 18 de marzo de 2022.