La psicoanalista cuenta que en el colegio se avergonzaba de su situación económica, que se gasta todo lo que gana y que Kidzania no es tan terrible como creen los progres
Esta entrevista es parte de la serie “Con dinero y sin dinero” de FINTUAL donde preguntamos a gente interesante sobre el rol que el dinero ha jugado en sus vidas. Constanza Michelson es psicóloga de la Universidad Diego Portales con magister en psicoanálisis. Escribe columnas en diversos medios como The Clinic, Tendencias de La Tercera y Huffington Post España. Ha publicado dos libros: “50 sombras de Freud: laberintos del amor y el sexo” (Catalonia, 2015) y “Neuróticos” (Planeta, 2017)
¿Cuándo te diste cuenta de que existía la plata?
Cuando dejamos de tenerla. De un día para otro hubo un declive en mi familia, y la plata empezó a ser un tema. En esa época me di cuenta que estaba en un colegio en el que la plata era muy importante, y yo ocupaba un lugar marcado por la cantidad de plata que había en mi casa. Y ahí me empezó una sensación de vergüenza.
¿Esa vergüenza fue por dejar de hacer cosas que antes hacías con toda libertad?
No, nunca hice nada mucho con mucha libertad. Creo que en mi época nadie lo hacía. Era simplemente la idea de que ya no había plata lo que me avergonzaba. Eso se convirtió en un tema.Tengo un recuerdo: antes tenía la sensación de que teníamos plata porque me compraron una casa de barbies gigante, justo antes del declive, que habían pagado con dos billetes rojos, y eso me impresionó mucho. Debe haber costado diez lucas en ese momento (risas). Y poco después vino la idea de la falta.
Empecé a escuchar constantemente el discurso de que “no-hay-más-plata”, no había agua caliente a veces, sabía cuánto costaba un balón de gas, teníamos un auto prestado, etc.
¿Qué medidas tomaron para solucionar los problemas?
Mi mamá empezó a trabajar, y empezó a llegar la plata. Aunque limitada, no vivíamos una catástrofe. La plata, en todo caso, siguió siendo un tema. Eso marcó un montón de cosas, por ejemplo la presión de que tenía que elegir bien qué estudiar. En ese tiempo era más difícil acceder a becas. Entonces había que estar muy segura, y por supuesto que por lo mismo se me generaron todas las inseguridades del mundo porque no sabía muy bien qué quería estudiar. Entré a periodismo, después me cambié por dentro… Había que tratar de hacerla más barata para mi mamá.
¿Trabajaste mientras estudiabas?
No. Me quería ir rápido de la casa, así que estudiaba mucho para recibirme luego. Ahí me di cuenta de que en mi trabajo y en el mundo de las humanidades y la cultura en general, la jerarquía era al revés: tener plata era una vergüenza. Si tú tenías más que otros tenías menos “autoridad moral”.
Reconozco esa subversión de valores. ¿Podrías decir que tu vida ha estado marcada por estar fuera de lugar, en cuanto a lo económico, en cierto sentido?
Podría ser, algo. Reconozco tres episodios, o vueltas.
Primero la vergüenza, ya sea por tener plata o por no tenerla, dependiendo del lugar.
Después, en el mundo de laboral, me puse a hacer no sé cuántas cosas gratis, ad honorem, porque en el fondo en el ámbito de las humanidades y la cultura hay una moral súper-conservadora de que la plata es algo sucio. Como cuando chicos que nos dicen que la plata es cochina. Después de un tiempo, decidí no hacer nada gratis en la medida en que sean instituciones que yo sé que pueden pagar. Si yo quiero ir gratis, es porque lo decido yo, por iniciativa propia, porque es un proyecto interesante o de valor social y que de verdad no puedan pagar. Pero hay que cobrar por lo que uno hace. Y eso, a veces en el mundo de la cultura, se ve muy raro.
Nadie quiere trabajar gratis, pero hay cierta regla implícita que lo exige.
En lo cultural pasa lo mismo que a las mujeres: hay un discurso de que las cosas se hacen por amor. En la psicología también, “por ser buena persona”. Las cosas por “amor”, por “amor al arte”, o por “pasión”, si bien son ciertas, porque afortunadamente no todo es una mercancía, de todos modos, excluye al dinero de la ecuación. ¡Como si la gente que trabaja en finanzas no tuviera pasión! Es una estupidez pensarlo así. Como si sólo algunos tipos de oficios fueran los propietarios del mundo de las pasiones y del amor al arte. No es cierto. Este es un trabajo también.
Y ¿qué opinas de la idea de pagarles un sueldo a las mujeres dueñas de casa?
Es un tema clave. Parte de la economía se sostiene por el trabajo doméstico gratis que hacen las mujeres. El cuidado no sólo de los hijos, sino que también de los ancianos, los enfermos en la familia, generalmente lo hacen las mujeres. Y claro que puede haber amor implicado en eso, pero es al mismo tiempo una gran injusticia cuando quedamos desprotegidas en términos de nuestra jubilación, por ejemplo. Porque no necesariamente vas a tener un compañero o compañera que se haga cargo económicamente de ti siempre. Las relaciones cambian, además que ahora vivimos mucho tiempo.
Ya sea actualmente o pensando en el futuro: ¿Te preocupa el tema de la plata?
¡Todo el tiempo! Tengo que sostener una vida, y a propósito del tema del feminismo, me pasó lo siguiente: me “ofrecieron trabajar” pero gratis en un medio escrito. Lo que te ofrecen a cambio es lo típico, visibilidad en un medio que tiene circulación. Y durante un año les dije que no. Un par de conocidas yo sabía que estaban ahí sin pago, y pensaba: no podemos, si estamos hablando de feminismo e igualdad laboral, no atrevernos a cobrar por nuestro trabajo. ¡Es una contradicción! ¿Cómo vamos a hablar de los derechos de las mujeres si las mujeres no aprendemos a hablar de plata? A raíz de esa reflexión me puse a pensar en mi propia situación, y descubrí que no tengo idea qué va a pasar con mi jubilación, porque al final, gran parte de mi plata se me va en cuentas y en mis hijos. Entonces, como nunca me he preocupado de ahorrar…me preocupé.
¿Piensas jubilar a los 65?
No creo, porque mi profesión me permite trabajar mucho más, pero ¿qué pasa si me enfermo? ¿Si tengo un accidente?
¿Te das algún lujo?
Sí. Cuando lo hago, como lo vivo con culpa, me digo a mí misma que me lo merezco por trabajar tanto. En todo caso tengo una relación rara con la plata. Siempre ando con miedo de que se acabe, de estar en problemas serios, pero al mismo tiempo tengo estos arranques que me dicen “hay que gozar la plata, si no, para qué trabajas”. Me gusta poder comprarme algo de ropa linda, salir a comer, y me encanta gastar plata en libros.
¿Y después te angustias?
Sí, obvio, después tengo culpa. Siempre tengo culpa, y pongo la tarjeta de crédito en demasiadas cuotas, después me arrepiento, y por supuesto que luego uno se da cuenta de que todos esos fetiches que uno adquirió, no eran lo que uno buscaba. Nada es el objeto de deseo verdadero. Creo que es una especie de montaje para ir corriendo detrás de algo y creer que ahí está al fin lo que deseabas.
También hay un sentimiento de omnipotencia cuando pasamos la tarjeta y pagamos…
Sí, es como salir a cazar, un acto fálico: yo puedo, yo tengo, independientemente de cómo. Es la sensación de poder la que nos gusta tanto creo. Al momento de pagar también hay un momento de alivio: “ya, tengo el objeto”, pero empieza la ansiedad de nuevo. Ese es el acto compulsivo que sirve para sostener la pulsión. La pulsión siempre va a estar, pero cambia el escenario, el montaje: puede ser el casino, la comida. El problema es que consumir es estéticamente feo, pero es rico.
Veo que le has dado una vuelta a tu relación con la plata.
Sí, es que eso de que “a mí no me importa la plata” es mentira. Siempre importa, de distintas maneras: el que quiere tener un BMW no es el mismo que el que quiere gastársela en chorrillanas con los amigos, porque ese prefiere compartir, que mostrar un gran auto brillante. La relación de la gente con la plata dice mucho de su personalidad: acumular, no compartir, gastársela toda, hacer regalos para buscar amor, la paranoia de que te la quieren robar siempre, etc.
Hay gente que dice que la falta de plata es lo que los hace despertarse en la mañana a trabajar. Al final gastársela te da un propósito.
Mira, mis hijas juntan plata en un chanchito. Y es muy típico en los niños, que a pesar de juntar plata ellos, le piden plata a uno cuando quieren comprarse algo. Pero yo pensaba que tienen que aprender a gastar, a ver cuánto gastan, cuánto guardan.
Y a manejar la angustia que produce gastarse su plata
Exactamente. Las invito a que rompan en chanchito y se compren algo. Me acuerdo que cuando apareció Kidzania, fue un escándalo. Algunos alegaban que les meterían el capitalismo y las marcas a los niños en la cabeza. Pero la verdad es que eso es ridículo, porque los niños viven viendo marcas y todo se les queda en la cabeza de maneras que no podemos calcular del todo (por suerte). Lo que me llama la atención es este discurso de “los niños todavía no entran al capitalismo.” Perdón, pero ¡ya están en el capitalismo! Otra cosa es enseñarles que cada acto, ya sea de consumo, de su forma de gastar, compartir, son también actos políticos y éticos. Tener una relación al dinero creo que también se educa de algún modo.