En octubre y diciembre de 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ) y la Comisión Federal de Comercio (FTC) demandaron de forma independiente a Google y Facebook. Esto constituye la mayor acción legal antimonopolio de las últimas décadas en los EEUU.
La decisión de demandar por parte del gobierno de Estados Unidos me recuerda un poco al juego La Gran Capital, la versión chilena del famoso juego Monopoly.
Un clásico de los 90
Si lo jugaste (obvio que sí), quizás te pasaba como a mí que te aburrías muy rápido, porque —si bien todos los jugadores partían en igualdad de condiciones— en el minuto que a alguien le empezaba a ir un poco mejor que a los demás, el resultado del juego estaba decidido.
Un par de buenos dados y rápidamente el jugador más suertudo lograba arrasar con todos los barrios emblemáticos de la ciudad, arrastrándonos a todos a la inexorable y lastimosa quiebra.
Siempre sentí que al juego le faltaba alguna regla (igual creo que nunca me leí las instrucciones... mal ahí) que logre aumentar la competitividad y lo hiciera más atractivo.
Y las regulaciones en libre competencia apuntan en esa dirección: permiten que los jugadores de cualquier industria puedan competir entre sí en similitud de condiciones y con las mismas reglas. Esto evita que los grandes (en este caso, los gigantescos) puedan impedir a los chicos (ni tan chicos) ejercer su derecho a emprender e innovar.
Todos para uno y todos para mí
Según el DOJ y la FTC, Google y Facebook habrían utilizado su posición dominante para atrincherar sus respectivos monopolios e impedir la proliferación de nuevos competidores en los mercados de búsqueda, publicidad digital y redes sociales.
¿Cómo? Con la adquisición de posibles competidores con buen potencial o mediante algunas acciones que habrían hecho imposible a nuevos actores lograr competir. Así también podemos sumar a estas aventuras judiciales las múltiples iniciativas legales en contra de empresas Big-Tech en Europa, por razones equivalentes.
En el caso de Google, una de las acusaciones alude a que el buscador habría logrado monopolizar su motor de búsqueda mediante contratos con todos los fabricantes relevantes de teléfonos móviles (incluido Apple). Así, Google se incorporaría como buscador por defecto en Chrome, Safari, Firefox, etc.
En cuanto a la compañía del potencial reptiliano, la FTC lo acusa de monopolizar ilegalmente las redes sociales mediante una larga historia de Buy or bury (te compro o te entierro) frente a sus potenciales rivales. Muy similar a lo que ocurrió en la gigantesca petrolera Standard Oil a principios del siglo XX.
Por lo anterior, el FTC está pidiendo algo que no ocurre hace 40 años: fraccionar a un gigante como Facebook forzándolo a vender Instagram y Whatsapp. Lo interesante es que estas dos adquisiciones por parte de Facebook fueron aprobadas por la misma FTC hace menos de 10 años, en 2012 y 2014 respectivamente.
Muy a lo Caszely.
Si eres un emprendedor empedernido, te puede sonar raro que prácticas empresariales como expandir líneas de negocios, comprar a competidores o indirectamente causar su quiebra al ofrecer un “mejor” producto sean consideradas como ilegales en un mercado abierto. Y la verdad es que estarías (más o menos) en lo cierto.
Pero en la práctica, cuando una o más compañías pasan a ser tan exitosas que dominan un determinado mercado estas pueden distorsionarlo y estampar la competencia. Es ahí que ciertas estrategias que en un comienzo le(s) eran legítimas —y que para sus competidores más chicos aún se consideran legítimas— se vuelven para estos gigantes en conductas ilegales.
En este sentido, se podría decir que la regulación en libre competencia busca limitar la competencia de algunos, para salvar la competencia entre todos.
¿Te suena conocida la historia?
En 1998, el DOJ demandó a Microsoft por conductas bastante análogas a las que hoy acusa a Google. En esa ocasión, Microsoft fue en parte condenado por forzar la paquetización de su sistema operativo Windows con su navegador Internet Explorer en todos los mayores fabricantes de computadores. Esto provocó que a otros navegadores como Netscape y Opera les fuera imposible mantenerse en el mercado.
Parte de la sanción incluyó implementar acciones que fomenten la competencia en el mundo digital de la época. Esto paradójicamente desvió a Microsoft del desarrollo de otros productos, como los buscadores, y permitió la expansión de nuevas empresas de tecnología que hoy nos ofrecen cientos de servicios que usamos de forma diaria, incluido al mismísimo Google que en 1998 era tan solo una startup en un garage.
Todavía queda mucho hilo que cortar, y podrían pasar varios años antes de que haya un acuerdo judicial o una primera sentencia. Pero mientras tanto, el ímpetu de estas acciones legales fuerza el debate sobre cómo equilibramos la existencia de estos monstruos globales con la preservación de mercados digitales competitivos, que potencien la proliferación de la innovación el emprendimiento, y quizás un nuevo y mejorado Google para las próximas décadas.
Mientras esto sucede, te recomiendo jugar Catán, o por último leerte las instrucciones del Gran Capital (quizás, mi viejo siempre hacía trampa no más).