Hace algunos años ya se ha vuelto toda una moda (o un meme para ser más precisos) molestar a la generación millennial y Z por ciertas características que aparentemente los definen. Términos tales como ni-ni, para describir su ética de vida: ni estudio, ni trabajo. O snowflake (copito de nieve), para describir sus estados de vulnerabilidad emocional y pobre gestión ante situaciones estrés.
Como si lo anterior no hubiese sido suficiente para propiciar acaloradas discusiones entre tú y tus tíos boomers en los almuerzos del fin de semana, ahora apareció el neurocientífico Michel Demurget para acertar el más reciente y novedoso golpe a este conjunto de vilipendiadas generaciones.
Pase a revisar (se sugiere discreción del lector juvenil).
Demurget es autor del libro La fábrica de cretinos digitales (así es, un título adorable) y plantea que es la primera vez que una generación de hij@s puntúa menos en las escalas de coeficiente intelectual que sus predecesores.
¿A qué se debe esto? Según él, a la excesiva exposición a pantallas, Internet y a los artículos electrónicos desde la temprana infancia. Tal cual.
Existen muchos factores estudiados que inciden en los resultados del CI, tales como la alimentación, la calidad del reposo (horas y calidad del sueño), los factores genéticos, la estimulación cognitiva, entre otros. El problema es que las bajas observadas en las puntuaciones de CI últimamente han sido detectadas en países socioeconómicamente estables, tales como 🇫🇷, 🇳🇱, 🇳🇴, 🇫🇮 y 🇩🇰, con lo que el foco de preocupación inevitablemente se mueve hacia el ámbito de los hábitos más que de las potenciales condiciones de pobreza.
La mejor analogía para explicar esto es pensar en nuestro 🧠 como una plasticina: cuando abrimos el frasco es fresquita y flexible (temprana infancia) pero con el pasar del tiempo se vuelve más rígida y ya no es tan fácil transformar nuestro intento-de-arte en una obra-digna-de-museo.
Siguiendo esta analogía, si los computadores, tablets y aparatos tecnológicos de nuestra elección fuesen un pequeño artista de la plasticina de nuestro cerebro… probablemente sería el niño que se comía la cola fría en el jardín.
¿Y eso por qué, oye?
Gracias por preguntar. La respuesta corta es: la dopamina.
Y la respuesta medianamente larga es:
Nuestro cerebro contiene una “serie de músculos” que se relacionan con diferentes funciones, y —tal como en el gimnasio—, si sólo haces ejercicios para sacar los bíceps de Pato Laguna es poco probable que tengas un cuerpo armónico y funcional. Adjunto prueba:
En este sentido, los dispositivos electrónicos que son utilizados con fines recreativos, en contraposición a los fines educativos, sólo ejercitan ciertos músculos.
Tal como nos muestra el documental The Social Dilemma, muchas de las apps que usamos día a día funcionan en su estructura con una serie de “gatillos de dopamina” que nos hacen desear la siguiente reacción, emocionarnos si suena la notificación de mensaje interno o —en el caso contrario— deprimirnos si subimos nuestra mejor selfie hace 2 horas y nuestro ciber público no reacciona como esperábamos.
El gran problema radica en que la sobre estimulación de los circuitos de dopamina es lo que sucede en todas las adicciones reales y más reconocidas socialmente como tales, y acá ya entramos a hablar de problemas mayores.
Bajo este escenario, el adecuado desarrollo del lenguaje, capacidad de atención y memorización se han visto disminuidas en las generaciones que nacieron con estos dispositivos dopaminérgicos que caben en nuestros bolsillos. Pero no todo es el aparatito, oh no.
Por un lado están los efectos mismos provocados por el aparatito y por otra parte están algunas consecuencias interrelacionales que surgen a partir de la existencia de estos dispositivos. Procedo a ilustrar sólo algunas...
📱 Problemas provocados por el uso de dispositivos:
- Horas y calidad de sueño: las luces de las pantallas no son las mejores amigas de nuestro cerebro cuando quiere estar en modo off.
- Promoción del sedentarismo: a parte de traer problemas relacionados a la condición física, influye negativamente en la maduración cerebral.
- Sobre-estimulación de la atención: se relaciona directamente con trastornos de concentración, aprendizaje e impulsividad.
👨👩👧👦 Problemas interrelaciones relacionados al (ab)uso de dispositivos:
- Menos relaciones interpersonales: se disminuye la cantidad y calidad de las interacciones familiares, las cuales sirven para potenciar el desarrollo emocional y del lenguaje.
- Adicción generalizada al uso de dispositivos: es más difícil promover un régimen de uso "sano" en los jóvenes cuando los mismos adultos del hogar presentan hábitos nocivos (y además generan círculos viciosos).
Pero, pero, pero… ¿qué hay de la inmensa capacidad para el Multitasking y la extracción de información de internet de las nuevas generaciones?
Nuestro querido Demurget dice que no existe tal cosa como el Multitasking (ya que la consideraría sólo una palabra bonita que reemplaza a la desconcentración e ineficiencia), y que además —en base a experimentos que se han realizado— la habilidad para encontrar contenido educativo de calidad no sería la mejor en la población nativa digital.
O sea, todo mal según Demurget.
Y no sólo según él. Desde abril de 2019 la OMS recomienda que los niños menores a un año no sean expuestos a pantallas de ningún dispositivo electrónico y que los niños entre 2 y 4 años no debiesen pasar más de 1 hora al día frente a ellas. Incluso el mismísimo Steve Jobs no dejaba que sus hij@s tuviesen contacto con Ipads o computadores.
Bueno, ¿entonces estamos cag…?
Sí y no.
Por una parte, llevamos muy poco tiempo como humanidad relacionándonos con este tipo de dispositivos y es normal que en los primeros años cometamos errores para luego aprender.
Por otra parte, sí puede llegar a ser preocupante que generaciones completas presenten un desarrollo cognitivo mermado por la prevalencia del ocio y gratificación instantánea.
Conclusiones
Como representante de la generación millennial uno de mis leitmotiv de vida es no darle la razón en nada a la generación boomer... pero hay que reconocer que esta batalla está particularmente difícil.
Creo que la gran dificultad de este tema reside en que tod@s (lo queramos reconocer o no) estamos teniendo algún grado de abuso de dispositivos electrónicos. Cada quién sabe dónde le aprieta el zapato (frase boomer, ya, si igual los quiero un poco).
Y si este problema es tan grande, me parece que lo mejor es ir a lo concreto: hay que comenzar a pensar en los dispositivos electrónicos como lo que fue el cigarro en la época en la que los doctores lo recomendaban. Ahora no le damos acceso nuestros niñ@s a cigarros, alcohol, ni ninguna sustancia nociva hasta cierta edad. Y eso puede estar pasando con las tecnologías.
¿Qué hacer en particular? No sé, quizás comenzar a reflexionar es el primer paso. Luego podría venir un intento de definir horarios e intentar nuevas dinámicas (como lo de comer en familia sin celulares). Me parece que la clave está en definir muy bien qué es recreativo y qué es educativo.
¡Ahí me cuentan!